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Leandro Llanos: entre alambres y amor, el saltimbanqui de los corazones

Leandro va a la feria de Villa Fátima caminando desde el barrio 1 de Mayo por más de cuatro años

Fuente: Danitza Pamela Montaño T*

18/09/2023

Tembloroso y frágil, como quien se presta un pedazo de vida, Leandro Llanos de casi 80 años, se mimetiza entre bolsones de feria a cuadros, encargos de mercado y pasos apretujados. El sol quema en un sábado cualquiera, uno de tantos en los que Leandro le pelea a la vida. Un pedazo más de tiempo, un trozo más de solidaridad y unas monedas de regalo.


En sus morenas manos guarda un tesoro, que resume su esfuerzo, sus valores y su misma vida. Gira, se voltea y cae sobre una hebra de lana, que no le permite llegar al piso. Es un pequeño saltimbanqui hecho con el mayor amor de Leandro, pero también con alambres y una rústica venesta.


 “Me gano la vida con estito, los hago hace mucho, cuestan cinco pesitos y espero que a las wawas les guste”, dice tímidamente. Habla poco, escucha menos, pero expresa mucho más.

Por su lado han pasado centenares de personas sumergidas cada una en su caminar en sus encargos y en sus problemas. Tres de cada veinte le han regalado una moneda y sólo una le ha comprado un saltimbanqui.


Leandro va a la feria de Villa Fátima caminando desde el barrio 1 de Mayo por más de cuatro años, vende unos rústicos y pequeños muñecos que sujetos a dos maderas de 10 centímetros saltan.


“Creo que ya tengo 80”, nos cuenta cuando se le pregunta la edad y esboza una tímida sonrisa, para la cual no se da tiempo y nuevamente irrumpe: “Muñequitos, muñequitos”. De sus hijos y de su familia prefiere no hablar. Su voz se ahoga en su frágil garganta, pero el arte de crear no le abandona.


“Salta vuelve y salta”, es el ritmo de su saltimbanqui. “Vendré a la feria hasta que Dios me recoja” lanza una frase. Se pone de pie y camina pausadamente entre la gente.


Chamarra, sombrero, chompa, zapatillas, ganas de ganarse la vida con su propio esfuerzo y su viejo sombrero. Ya a Leandro todas las caseras de Villa Fátima lo conocen. Mira con ternura, con ruego, pero aún con fuerza.


“Hasta el otro sábado, que te vaya bien” le dice Esmeralda, la casera del jugo que ya ha terminado de vender sus refrescos del día. Leandro asiente con la cabeza, saca otro muñequito de su viejo bolsón y continúa su tarea.


“Salta vuelve y salta”… hasta que la vida le de aliento y Dios se lo permita. 




*Este reportaje ha sido escrito por la directora del diario digital Tarija Conecta con el aporte de José María Estenssoro





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