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El viacrucis de Carla Bravo, su historia detrás de las rejas

Carla Bravo, la joven que fue encarcelada por un crimen que no cometió, habló en exclusiva con Tarija Conecta sobre su estadía en la cárcel. Ésta es su historia.

Fuente: Arturo Fernández/Tarija Conecta

16/08/2022

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Son las nueve de la mañana y Carla no contesta, el sol ya se hace sentir. Su abuela se acerca a la puerta de la habitación gritando su nombre. Una pequeña puerta se abre a medias y ella sale aún con los ojos casi cerrados, algo despeinada y con un camisón. “Perdón, es que no pude dormir, estuve hasta tarde despierta”, se disculpa.


Así cuenta que le cuesta conciliar el sueño, lo cual no es difícil de entender, pues a su corta edad, 18 años , ha pasado mucho. Este año debía graduarse del colegio, pero no lo hará, pues fue imputada por un crimen que no cometió. La acusaron de trata y tráfico, luego de asesinato, la encarcelaron casi 6 meses, apareció con vida la persona a quien creían que ella había matado (William Benítez) y tras esto, cambiaron el delito por el que la acusaban a tentativa de homicidio.


Tras la aparición de su ex pareja, le concedieron la libertad, pero no la liberaron ya que le pedían dos garantes con Bs 20 mil cada uno. Como no consiguió esos garantes fácilmente pasaron casi dos meses desde aquella orden. Finalmente llegó el día en el que le permitieron volver al hogar de su madre, pero con detención domiciliaria.


Hoy, agobiada por todo lo vivido, Carla accedió a contar a Tarija Conecta su experiencia tras las rejas, relatar la pesadilla que fue entrar a una celda por un crimen que no cometió, pero también hablar sobre las personas que la apoyaron, así como también recordar a quienes la atormentaron durante todo este tiempo.


La primera vez

“Me dijeron que le querían arrestar a mi mamá para que yo aparezca porque supuestamente me estaba escapando, entonces mi mamá me recogió con los policías, me hicieron testificar y directamente me aprehendieron”, así recuerda Carla el momento de su aprehensión, tras esto, ella entró a una celda, la celda de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (Felcc).


“Fue horrible, huele feo, huele a orín, aparte hace frío. La verdad que nunca pensé que iba a estar en una celda así, se siente feo. Pero en ese momento no pensaba en ese extremo, peor que iba a estar luego en el penal”, cuenta y recuerda que se sentía muy mal, pero que el dolor era más grande al ver a su madre tan triste y preocupada, visitándola y llevándole comida.


Cuenta que la primera noche en la celda, los policías querían hacerle hablar sobre dónde estaba el cuerpo de William, y le insinuaban que si no hablaba, la iban a condenar con la pena máxima, 30 años. A lo que ella respondía simplemente que no sabía.


“Entraban a la celda y me alumbraban con su linterna en la cara preguntándome ¿Dónde está el cuerpo?” y yo solo les decía no sé.


Morros Blancos 

Carla pasó tres días en la celda de la FELCC antes de su traslado a la cárcel de Morros Blancos. Recuerda que fue entrada la noche cuando la llevaron al penal, lugar donde igualmente entraba por primera vez. Nunca antes había ido ahí ni por curiosidad.


Ella como nueva en la cárcel debía estar confinadas durante 15 días, esa es la primera regla en Morros Blancos. El confinamiento según cuenta se cumple en una habitación completamente oscura, en la que hay un inodoro sin ninguna separación, mucho menos privacidad, y además hay un foco que se prende en reducido tiempo por las noches.


Mientras ella estuvo confinada, calcula que ingresaron unas seis mujeres más, de las que se hizo amiga y tiene lindos recuerdos. Le dieron un colchón que fue su aliado hasta su salida y lo ponía sobre el piso para dormir. Recuerda que el frío era azotador, pues el techo del confinamiento está compuesto por pedazos de chapas de calamina sobrepuestas de la manera más simple.


Cuenta que cuando ingresó al penal todos ya hablaban de ella e incluso le decían la descuartizadora, pues pensaban que había cortado por pedazos a su ex pareja, tras el supuesto asesinato.


El Pabellón

Tras aguantar los primeros quince días en la cárcel de Morros Blancos, Carla fue enviada al pabellón de mujeres, donde había ya muchas personas. Cargando su colchón y sus colchas encontró un sitio en el piso y se acomodó. Como había conocido a algunas mujeres tanto en la celda de la FELCC como en la de confinamiento, se topó con un par de ellas en el pabellón y entabló amistad, primero con Celia y luego Gala.


Carla era la menor de todas y prefería siempre conversar con mujeres mayores, pues según dice tienen mejores consejos e historias que compartir. Así, sobrellevó el tiempo en la cárcel, aunque admite que la coca y el cigarro fueron también sus eternos compañeros, que la tranquilizaban cuando flaqueaba.


Consultada sobre si no intentaron golpearla o amedrentarla en sus inicios, dice que afortunadamente no, que en realidad esas historias de golpes, y pago de derecho de piso en el pabellón de mujeres no hay. Cosa contraria pasa en el pabellón de varones.


Lo que sí le pasó, es que a raíz de un impase con una de las reclusas por un cigarro, se ganó una enemistad que desde ese momento la atormentaba.


“Yo estaba con doña Celia y esta chica empezó a insultarme. No le dije nada para evitar problemas, pero fue a encararme y a gritarme. Me dijo ‘por lo menos yo entraré y saldré, pero vos te podrirás 30 años aquí’. Ese momento se me partió el corazón y perdí mi tranquilidad, porque me preguntaba ¿y si no aparece?”, relata.


A causa de esta discusión, tanto Carla como su agresora fueron enviadas al confinamiento. Ahí, en el cuarto oscuro, la otra reclusa la agredió físicamente, pero ante el estado anímico de ella, por el nuevo confinamiento y el temor de la pena máxima, Carla no respondió a su agresora. “Yo no quería hacerme castigar más porque ya se acercaba el Día de la Madre”, explica.


La noticia

Fue precisamente el Día de la Madre, 27 de Mayo, cuando Carla estaba recibiendo la visita de su mamá, y sin explicación alguna llamaron a su madre; ésta salió del penal sin retornar. Por ello Carla volvió al confinamiento.


Minutos después, otra de sus amigas, fue hasta el cuarto de confinamiento y le dijo “Carla tengo noticias”, a lo que ella respondió a modo de broma “no me digas, que apareció” y su compañera le dijo Sí. “Lloré de alegría y la chica que decía que me iba a podrir 30 años en la cárcel, estaba también ese rato en el confinamiento y solo me miraba”, relata.


Sin embargo cuando recuerda esta parte de la historia, dice también que un día antes de recibir esta noticia, estuvo a punto de cometer un gran error, pues pese a saber que no había matado a William, casi dice que sí lo hizo.


Relata que su agresora en el confinamiento, desde que entraron a esa habitación, no paraba de decirle que era una asesina y que se iba a podrir en la cárcel, por lo que en el afán de callarla, casi grita con todas sus fuerzas que sí lo hizo.


“Incluso dudaba y me preguntaba, ¿será que lo he matado? Pero no estaba borracha y me decía, ‘pero yo lo vi con mis propios ojos que se estaba yendo sano y con dos chompas’. Era ilógico lo que estaba pensando pero tanto que me repetían, creo que me estaba volviendo loca”, cuenta.


Al día siguiente tras conocer sobre la aparición de William, su madre volvió a la cárcel y brindaron juntas por la gran noticia.


No termina


Estando en la casa de su madre, ahora, Carla espera que finalmente le concedan la libertad total y que pueda quedar atrás este horrible pasaje de su vida que la marcó para siempre, pese a ello, afirma que no desea a nadie, que le pase lo que le tocó vivir a ella.


“Yo nunca deseo el mal a nadie y tampoco a él. No deseo a nadie que entre ahí (cárcel), peor para los hombres. Porque ahí sí violan. Ahí si hay el derecho de piso, es feo. No sé cómo podemos vivir en un lugar donde sabemos lo que les van a hacer. Ahí, sí te tienes que cuidar del frente, del costado y de atrás. En mujeres no es mucho, pero es feo”, finaliza.


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