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El castillo azul la “Joya” de Tarija que hoy abre sus puertas

El Castillo Azul es parte del patrimonio de Tarija sobre el cual se tejen muchas historias

Fuente: Tarija Conecta/Agencias

17/05/2023

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El azul intenso que se estampa sobre sus paredes, columnas, torres y cúpulas lo convirtieron en un extraño palacete que alberga historia detrás de sus numerosos y amplios ventanales. Con la elegancia de un verdadero castillo real, la noble residencia se distingue provocando en quienes pasan por las calles Bolívar y Junín la inevitable curiosidad de conocer su interior e indagar los rincones de esta mansión privada.


Se dibujan cuadros y se crean versos con esta obra arquitectónica que capta la atención de las personas propias del lugar como también de turistas. ¿Qué hay detrás del Castillo Azul? ¿Qué historias hay detrás de esta infraestructura que viene del siglo XIX?


Historia y mito de una familia

Hace aproximadamente un siglo y medio hubo en Tarija un comerciante tan rico que decidió edificar para sí un castillo y una casa dorada. Se llamaba Moisés Navajas y el cual nació con la fórmula perfecta para convertirse en potentado: en una cuna adinerada y con gran talento personal para hacer negocios. Los Navajas vendían todo lo que se podía imaginar: telas, alfombras, vidrios, herramientas, madera, pistolas, adornos, muebles, sartenes, ollas, rejas, azadones y otros.


Dicha familia trabajó arduamente para construir dos edificaciones emblemáticas para la ciudad de Tarija, la Casa Dorada y el “Castillo Azul”, esta última


Sueños de construcción

Esta edificación era una casa de campo, que con el paso del tiempo se considera como “la joya tarijeña”.


Esta casona fue construida inmediatamente después de terminar la Casa Dorada, otra obra de gran valor de Tarija; su infraestructura fue diseñada y construida por los hermanos Camponovo quienes utilizaron adobes de barro, ladrillos, cal, piedra, yeso y madera rolliza.


Este Castillo cumplía las funciones de casa de campo porque estaba rodeada de jardines y plantas traídas de diferentes partes del mundo, que fueron encomendadas por los esposos Navajas.


Cabe mencionar que esta edificación cuenta con muchas historias que se entretejieron a través del tiempo, por ejemplo, que servía como un banco privado que emitía su propia moneda papel, o que el parque Bolívar era el principal jardín del castillo.


El Castillo constantemente es sometido a mantenimiento y se trata de conservar el diseño original mediante fotografías. Hay cosas intactas, como algunas puertas, y cuadros de pintura. Por ello es que León Rengel, el dueño, recibió reconocimientos a nivel internacional por preservar el Castillo Azul, por ejemplo, plaquetas recordatorias de Perú, Colombia, entre otros.


En realidad, la casa es privada, pero pueden visitarla turistas, previa coordinación. Más aún, la buena noticia es que hoy está abierto al público.


¿Fantasmas?

Alguno de los moradores de esta majestuosa edificación afirma haber encontrado con frecuencia objetos de la casa ubicados de un modo distinto al que fueron dejados el día anterior.


También cuentan que escuchan ruidos semejantes a pasos, puertas y ventanas que crujen al ser abiertas y sienten la escalofriante sensación de una presencia cercana que sin embargo no se puede ver.


Los que por algún tiempo tuvieron oportunidad de vivir en el castillo, dan testimonio de algunas experiencias para muchos atemorizantes.


La familia Amezaga Reinoso vivió en el Castillo Azul desde 1963 a 1968, tiempo en el que se lo conocía como Castillo de Navajas. “Rompimos el encanto”, contaba Bertha Reinoso, que junto a su esposo Julio Amezaga y sus tres pequeñas hijas, Magdalena, Lumen y Alba, fueron los primeros habitantes del Castillo Azul que en la época se encontraba deshabitado y en total abandono.


La familia rentó el Castillo de la dueña, Luz Molares Echazú, quien lo heredó de la familia Navajas, la cual fue propietaria del Castillo y de la Casa Dorada de la ciudad de Tarija.


Después de un arduo trabajo de limpieza la familia Amezaga Reinoso se mudó al castillo, ante la admiración de los vecinos, quienes aseguraban que no durarían mucho viviendo ahí ya que en aquella época eran bien sabidas las historias de espantos y fantasmas que moraban en el lugar; sin embargo, la familia no tenía miedo, pero siempre daban cuenta de ruidos y sucesos extraños como el ruido de una ducha prendida en un baño fuera de servicio y demás.


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