22/05/2024
La temperatura alcanza los 38 grados centígrados, un clima agradable para las calientes tierras del Gran Chaco, donde a menudo el termómetro sobrepasa los 45 grados y llega a los 50.
Son las tres de la tarde y en la comunidad de Chimeo, ubicada a 8 kilómetros de la ciudad de Villa Montes camino a Santa Cruz, Mercy Arapino, una joven madre soltera, de 33 años y del pueblo indígena guaraní, es la anfitriona en la expedición.
Viste la casaca 3 de Andy del Paris Saint Germain de Francia, un jean azul y zapatos negros. Lleva el cabello recogido, puesto que se escapó de su fábrica de láminas de cera para hablar del sistema de cosecha de agua mediante las cisternas de placas bajo tierra.
Ella es una mujer activa, inteligente y luchadora, así lo demuestran la agilidad de sus manos al trabajar, la seguridad de sus palabras y su gran corazón, enfocado en su pequeña niña de 8 años, quien es el motor de su vida.
Mercy habla de los cultivos de sandía, de maíz y de hortalizas de forma fluida, pero además de ello “recita” de manera espléndida todos los sistemas de riego: por goteo, por microaspersión o aspersión, que emplea diariamente. Ser mujer para ella no ha sido un obstáculo en estos temas técnicos sino más bien una fortaleza.
Ella posee una huerta familiar desde hace dos años y es la impulsora en su comunidad del proyecto “Cisternas de placas bajo tierra”, que permite almacenar 52 mil litros de agua mediante un sistema de recojo de agua de lluvia a través de la instalación de conductos en los techos de sus hogares. Este proyecto fue impulsado también con el apoyo de la institución protestante Kerk in Actie de Países Bajos
Mercy estuvo presente desde la construcción de la cisterna, apoyando a su hermano, quien se capacitó para construirla. Una vez puesto en marcha el proyecto, emplearon el agua para su consumo y para el riego de sus huertos.
“Gracias a Dios que tenemos la cisterna, que es muy provechosa, porque podemos almacenar agüita. La que está en casa es de una cantidad de 52 mil litros y en tiempo de sequía la utilizamos aún más. En agosto, septiembre, pero más que todo en octubre, noviembre y diciembre, meses en los que el calor es inaguantable y el agua no abastece”, cuenta.
Son seis las familias que desde hace dos años se beneficiaron con esta cisterna de placas bajo tierra en Chimeo.
Milton Borda es el responsable de la oficina regional del Centro de Estudios Regionales para el Desarrollo de Tarija (CERDET) Villa Montes, una ONG dedicada al acompañamiento crítico y asesoramiento especializado a las familias y organizaciones indígenas y campesinas del Gran Chaco tarijeño.
Es precisamente esta ONG la que ha construido desde el año 2017, doce cisternas de placas bajo tierra con capacidades de 16 mil y 52 mil litros, siendo las más comunes las de 16 mil litros. Estas cisternas han permitido a muchas familias tener el agua necesaria para sobrevivir y atender sus cultivos.
Borda precisa que el tema de la sequía en el Gran Chaco es un problema recurrente, por lo que es la principal demanda de las organizaciones indígenas weenhayeks y guaraníes.
Explica que, atendiendo esta demanda, la cisterna de placas bajo tierra, es un sistema que se emuló de Brasil, donde se ejecutó un proyecto para construir 1 millón de estas cisternas y mitigar la sed de la población del semiárido brasilero.
El mismo sistema fue copiado luego en Argentina y con ambas experiencias, más la capacitación de la institución argentina: Fundación para el Desarrollo en Justicia y Paz (FUNDAPAZ), el CERDET junto a los indígenas guaraníes y weenhayeks pudieron iniciar este trabajo en el año 2017, gestión en la que construyeron la primera cisterna de 16 mil litros en la comunidad de Lapachal.
La cisterna está construida con base a varias placas que tienen tres dimensiones y que están hechas de cemento, arena y grava. Sólo se usa el fierro para la base, lo que hace que se abaraten los costos de su construcción. La implementación sólo de la cisterna tiene un precio aproximado de 10 mil bolivianos sin el techo receptor de agua, pero si se requiere invertir en esto más, el precio puede llegar a los Bs 15 mil.
De acuerdo a Borda, estas cisternas se entierran bajo tierra en un 90 por ciento de su infraestructura, esto debido a que, con las altas temperaturas, cualquier infraestructura o sistema de cosecha de agua -ya sean tinacos de plástico o aljibes- calentará el agua y se acelerará la contaminación de estos recipientes.
“La ventaja de estos sistemas de placa es que como van bajo tierra, las temperaturas altas no inciden mucho en el agua. No es caliente, siempre es agradable sacar agua de estas cisternas porque permanece fresca”, afirma Milton.
Este sistema logra almacenar agua por medio de los techos de las familias indígenas y campesinas, ya que el agua de lluvia baja del techo a las canaletas y de ahí recorre por un sistema de tuberías, que conduce el líquido elemento hasta la cisterna.
Se recomienda que cuando empiece la temporada de lluvias, en las dos primeras lluvias no se conecte el sistema a la cisterna, pues el agua que cae servirá para limpiar el techo, de tal manera que será ideal conectar el sistema a partir de la tercera lluvia e iniciar el llenado.
Una vez que el agua está almacenada, se instala un sistema de bombeo manual o eléctrico que logra sacar el agua de la cisterna, ésta será empleada para consumo humano y el trabajo de agricultura.
Una cisterna de 16 mil litros está diseñada para el aprovechamiento de una familia compuesta entre 5 a 6 personas. Esta cantidad de agua, con una administración recomendada para el consumo humano, debería durar entre 8 a 10 meses. Aunque muchas veces, debido a la situación de las familias y a las altas temperaturas, se acaba más rápido.
A 7 kilómetros de Villa Montes, camino a Yacuiba, está la comunidad de Lapachal, que se enorgullece de ser la primera en haber conocido las bondades de la cisterna de placas, que almacena agua de lluvia.
Samuel Torres Pérez es de la tercera edad y es el capitán de esta comunidad Weenhayek en la que viven unas 20 familias. Con voz firme asegura que él impulsó esta obra en su pueblo gracias al apoyo de CERDET, pero además nombra sin titubear a René Cortés, Eliseo Pérez, Miguel Aré y Mario Pérez como los hombres que apoyaron en 2017 en la construcción de la cisterna que poseen. Asegura que ésta todavía está en funcionamiento.
“Antes no teníamos nada, ni siquiera tinacos, todo es gracias al compañero Milton de CERDET, que desde que nosotros nos hemos asentado en esta comunidad, se aparecieron, nos hicieron reunión y quedaron en apoyarnos en todo lo que necesitamos”, explica con voz segura y mirada calma.
Recuerda que antes apenas recibían un bidón de 5 litros de agua de la cisterna, que pasaba a distribuir el líquido a las comunidades, pero indica que desde que la ONG apareció lograron tener en un inicio tinacos y después trabajaron juntos la cisterna bajo tierra, que les permitió ya no sufrir por agua.
Muestra orgulloso que la cisterna que construyeron en 2017 todavía está en funcionamiento y agradece a la ONG por tomarlos en cuenta, puesto que además de esa cisterna de 16 mil litros, emplazaron este año la última y más moderna cisterna de placas bajo tierra, que además cuenta con paneles solares y un sistema de purificación de agua para los niños y adolescentes de la escuela de la comunidad.
Un entorno semiárido y los escasos árboles que no pasaban de cinco sirvieron por años para la enseñanza de más de 15 estudiantes. Las demandas eran muchas, querían estudiar, pero no tenían escuela, querían agua para beber, pero también este derecho les era inalcanzable.
Luego de una larga lucha, la pequeña escuela de Lapachal se levantó en 2023, finalmente las niñas y los niños no pasarían clases bajo los árboles. La profesora Lucía explica que son 16 los estudiantes weenhayeks que pasan clases con ella desde el nivel inicial al primario, es decir desde los 4 a 12 años de edad.
En el recuerdo de Lucía perviven los duros años pasados, cuando no contaban con una infraestructura para brindar clases y ni siquiera tenían agua para beber.
“Es una comunidad un poco olvidada porque no contábamos ni con una escuelita, pasábamos clases debajo de las chapas o árboles durante cinco años. El año pasado nos construyeron una escuela, pero no contábamos con agua, no había un sistema de agua. A la comunidad le traían agua en cisterna y para la escuela no nos daban nada porque no teníamos en qué almacenar”, explica Lucía.
La lucha fue dura en todo sentido, batallaron primero para que los niños sean identificados por el sistema educativo, puesto que figuraban en otro sitio, luego pelearon por la escuela, que recién fue construida el año pasado y finalmente en esta gestión consiguieron la cisterna de 52 mil litros, la más moderna de Villa Montes. La iniciativa fue apoyada por CERDET y financiada por Cervecería Boliviana Nacional en coordinación con Fundación AVINA. Esta cisterna les proporciona el líquido elemento purificado, que usan para el consumo de los estudiantes, así como para la elaboración de la merienda escolar.
“Antes los niños consumían agua que traían las cisternas y la verdad no sabemos si esa agua era apta para el consumo, siempre se recomendaba que hagan hervir el agua, pero no lo hacían, entonces los niños se enfermaban con diarrea o con vómito. Siempre estaban con problemas de salud (…) ahora ya pudimos subsanar eso porque ya tenemos agua purificada y han mejorado bastante”, relata Lucía con la tranquilidad del deber cumplido.
El Plan de Desarrollo Municipal de Villa Montes (PDM) revela que, en el área rural, sólo se tiene un 60 por ciento de población con servicio de agua; sin embargo, de igual manera este servicio presenta grandes deficiencias, puesto que los sistemas de agua no cumplen con las condiciones básicas para ser potable, ya que no se realiza ningún tipo de tratamiento (cloración, filtrado, etc.), es decir se trata sólo de un servicio de agua por cañería.
En los lugares en los que no se cuenta con este servicio, se almacena el agua en un recipiente de plástico –tinaco- que es llenado con agua recogida del río o algún afluente y que lleva un camión cisterna; sin embargo, por las altas temperaturas que se registran en el Municipio, el líquido elemento se calienta en el recipiente y su consumo no es agradable y hasta resulta peligroso.
En el Gran Chaco tarijeño el problema de la sequía tiene larga data y no es secreto el sinfín de inversiones millonarias que se han hecho a nombre de ella. Un ejemplo de ello es que en 2009 desde el ministerio de Medio Ambiente y Agua se anunció que el Gobierno invertiría 12 millones de dólares para mitigar los efectos de la sequía en 16 municipios del Chaco boliviano.
Se dijo que construyeron pozos, aljibes y atajados para enfrentar la época de aridez en esa región ubicada al sur del país. Se trataba de 669 obras concluidas, previo a ello el entonces ministro de Medio Ambiente y Agua, René Orellana, dijo que desde 2009 de ese enero en el Chaco de Santa Cruz, Chuquisaca y de Tarija se invirtieron en obras de emergencia 77,2 millones de bolivianos, 61,7 millones procedente del Tesoro General de la Nación (TGN) y 13 millones de la Corporación Andina de Fomento (CAF). Ésta es sólo una muestra de lo que se ha venido invirtiendo hasta ahora.
Lamentablemente el problema pervive y hoy este novedoso proyecto abre una luz de esperanza.
A la fecha CERDET ha brindado una de las mejores respuestas al problema, sin embargo, como institución no gubernamental y debido a los fondos limitados con los que cuenta, su trabajo está orientado a desarrollar modelos o experiencias piloto, para que en lo posterior los gobiernos municipales puedan replicarlas.
Esto justamente ocurrió con el gobierno municipal de Villa Montes, que, al ver la eficiencia y costos de estas cisternas de placas bajo tierra, decidió emular el modelo y construyó en la gestión de Omar Peñaranda, 50 de estas cisternas en distintas comunidades de la llanura chaqueña.
Grover Guzmán ex secretario de Desarrollo Productivo y Economía Plural de Villa Montes (gestión 2015-2021) informó que en su gestión tenía como premisa impulsar diversas acciones públicas concentradas en la adaptación al cambio climático respecto al agua, agricultura sostenible y otras. Dentro de esto tomó como política la captación de agua de lluvia con las placas de cisternas que el CERDET emplazó en Villa Montes.
“En nuestra gestión municipal hicimos réplicas de estas placas y avanzamos con la construcción de al menos 50 tecnologías, priorizando las comunidades de la llanura chaqueña como Nueva Esperanza, Las Vallas, El Toro, Taringuiti, Quebracho, Cortaderal, Renacer, pero también se trabajó con la APG Guaraní y con el pueblo Tapiete”, detalla.
Guzmán añade que el valor adicional de este beneficio fue que muchos de los productores optaron por huertos hortícolas donde antes no se realizaban cultivos.
Si bien las cisternas de placas bajo tierra han favorecido sobre todo a los indígenas guaraníes y weenhayeks, también este sistema llegó a los campesinos chaqueños y a los interculturales, entre ellos a un migrante potosino, quien llegó hace 19 años a la comunidad de Cortaderal, distante a 30 kilómetros de la ciudad de Villa Montes, en la peligrosa Ruta N° 9.
Gregorio Taka, de 64 años de edad, viste una camisa manga larga y lleva un sombrero de ala ancha tipo militar. Cuenta que salió de su tierra natal en Potosí hace 19 años porque no había agua y llegó así a la benemérita Villa Montes, donde admite que los primeros años fueron bastante duros por el calor y la sequía chaqueña.
“Uh… aquí es fuerte el calor, llega a los 45 grados, a veces 50, fuerte es (…) Antes no había agua, teníamos bolsas de plástico y de ahí tomábamos, pero se calentaba mucho el agua y como no teníamos heladera, me iba a comprar hielo de Quinchao. Yo me hacía traer agua en cisterna para llenar el tinaco”, relata.
Sin embargo, hoy estos años difíciles parecen haber quedado atrás, puesto que él junto a otros vecinos, ya tienen en sus hogares la cisterna de placas bajo tierra. Cuenta orgulloso que él comenzó a construir la cisterna solo y después le pusieron un albañil de ayudante.
Más adelante construyó otras cuatro cisternas en su comunidad y junto a su amigo e impulsados por el financiamiento del Municipio fueron a replicar estos sistemas a otros lugares, incluso en la frontera con Paraguay.
“Me sirvió mucho para tomar agua. Antes allá (muestra un tinaco destrozado) se terminaba y nos preguntábamos de dónde tomar y nos traíamos del río. Pero ahora me sirve de mucho, para qué voy a decir que no (…) Antes no había agua, pero ahora ya con el tanque nos bañamos, lavamos la ropa, tomamos, todo hacemos de aquí”, finaliza Gregorio Taka, quien con la mirada firme indica que no se arrepiente de haber migrado y asegura que al fin puede gozar de agua.
*Esta investigación fue realizada con el apoyo del Fondo Concursable de la Fundación para el Periodismo (FPP) en el marco del proyecto Periodismo de Soluciones con el respaldo The National Endowment For Democracy (NED)
Comparte:
LOS MAS VISTOS